Desde el principio de los tiempos, los ríos han sido las arterias que transportaban vida.
Las montañas y la tierra fueron mi piel.
Los bosques y la tierra mi pelaje.
Todo estaba en permanente armonía, hasta que apareció el ser más cruel y caprichoso
que jamás conoció este planeta: el hombre.
Una forma de vida supuestamente inteligente, pero
desperdiciada por la codicia, la violencia y la incultura.
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